Comprende el periodo temporal, que va desde la muerte de
Martín I El Humano, hasta el nombramiento del Nuevo Rey en 1412
Durante siglos, la sucesión se había resuelto tradicionalmente
por primogenitura y masculinidad. La incógnita de la última voluntad del
monarca difunto, que había perdido la garantía de la continuidad dinástica con
el fallecimiento de su único hijo Martín de Sicilia en 1409, permitió especular
con las postreras palabras del moribundo respecto al debate sucesorio que se
preveía inmediato tras el último estertor.
En la Aragón el derecho de la sucesión al trono se basaba
primordialmente en la «costumbre» (o razón natural); con lo que, al no existir
ninguna disposición por escrito sobre el particular, los testamentos reales y
algunas manifestaciones esporádicas de derecho hereditario habían llegado a
conformar un sentimiento colectivo acerca de la cuestión.
Las únicas disposiciones legales referidas al acceso al trono
de un nuevo monarca daban por supuesta su legítima designación y se ocupaban
exclusivamente de los actos referentes a la coronación y juramento.
Pero, en esta ocasión, faltaba la continuidad de la casa real
en la ocupación directa del trono. Si hasta la fecha en los testamentos de los
reyes se hacía constar la persona a la que correspondían los reinos y tierras
de la Corona, el del rey Martín no resolvía la cuestión, pues en el único
testamento conservado dejaba heredero universal a su hijo Martín de Sicilia,
fallecido antes que él, y, en su defecto, a sus descendientes, sólo que el rey
de Sicilia únicamente tenía un hijo bastardo, condición que le excluía
automáticamente del trono.
En definitiva, las pretensiones de los diversos candidatos
manifestarían a la larga las tensiones latentes en la estructura territorial de
la Corona, antes que las diferencias meramente familiares o los intereses
puramente dinásticos, alzándose finalmente con el poder la personalidad más
adecuada para ello y la que mejor había preparado el camino desde el primer
momento. No obstante, seis eran los aspirantes en un principio, si bien dos de
ellos capitalizaron la atención de la cuestión sucesoria con ventaja sobre los
demás, Fernando de Trastámara Buscar y don Jaime, conde de Urgel (sobrino de
martín I y Lugarteniente en Aragón.
La aparición de los diferentes provocó la división de la
nobleza, asi en torno a Jaime de Urgel se unieros los clanes de Luna, Hijar y
Alagón, al frente del cual se situa Antón Luna, En contra del Conde de Urgel
los Urrea, Gurrea y los Fernández de Heredia encabezados por el Arzobispo de
Zaragoza.
Esta situación provocó una situación de levantamiento en
Zaragoza y de guerra entre los dos bando.
Fernando de Trastamara (de Antequera), sobrino del Rey y
Regente de Castilla, una vez concluida al guerra contra los moros con la toma
de Antequera (de aquí su sobrenombre) reclama su derecho sucesorio de la Corona
de Aragón . El apoyo con el que contaba era muy escaso. En febrero de 1411
logró el parlamento de Calatayud en el cual se trato de evitar los
enfrentamientos. Berenguer de Bardají propuso la primera normativa para la
elección del sucesor.
En Junio de 1411 se llegaba a un acuerdo entre Antón de Luna y
el Arzobispo de Zaragoza, propulsor de la candidatura de Luis de Anjou. Este
acercamiento duro unas horas, Luna busco al prelado y le dio muerte,, cogiendo
prisionero al hijo del Justicia de Aragón que le acompañaba.
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