La actuación catalana
con respecto al reino, es confusa. Por supuesto la finalidad es el destronamiento
de Juan II,
al menos en el Condado de Barcelona (Cataluña), por lo
que en un principio tanto a Aragón como a Valencia, el consejo de Cataluña,
órgano máximo de decisión rebelde, sólo solicitó la neutralidad, no la adhesión
a la sublevación.
Cuando deciden proceder a la elección de nuevo monarca, los
catalanes muestran la herida abierta dejada por el Compromiso de Caspe y
cincuenta años después del triunfo político de Aragón, el principado intenta
deshacer su obra y construir otra él solo, llamando a reinar a los descendientes
de los candidatos rechazados, aunque, paradójicamente, el primer elegido es
otro castellano, Enrique IV, otro Trastámara, con menores derechos que Fernando
de Antequera, pero que por cuestiones de defensa y de alianzas internacionales
les era más útil, igual que el primer Trastamara lo había sido para Aragón.
En 1463, tras la
renuncia de Enrique IV, el
Consejo catalán acepta el ofrecimiento del condestable Pedro de Portugal,
descendiente del conde de Urgel, el gran derrotado de Caspe. Esta decisión, más
acorde con la tradición política catalana es, sin embargo, un fracaso en el
plano militar y diplomático.
Aragón inicia un acercamiento general al bando realista;
el partido catalanista en el reino está aislado en el sur, sin función
estratégica y sin fuerza para causar serios trastornos. El principal problema
aragonés se centra en la anarquía interna, en los continuos enfrentamientos
entre grupos de nobles, sin ideal político;
pero a pesar de todo, estos mismos nobles que luchan a muerte entre sí,
no dudan en prestar su concurso en el ejército real, y las ciudades y villas
que sufren las consecuencias de estas luchas internas, arbitran medios para
socorrer con gentes de armas y dinero al monarca.
Las Cortes de 1466-1468
acuerdan la ayuda con tropas, se aprueban sisas sobre el pan y el vino y, a
instancias del rey, envían una embajada a Barcelona. Todo esto significa la
adopción firme de una postura contraria a la sublevación, tomada por el órgano
de representación aragonés. Al mismo tiempo se recibe la jura del infante
Fernando como Gobernador General, rey de Sicilia y corregente de su padre en el
gobierno de Aragón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario