A juzgar por lo que podemos leer actualmente, en los manuales de historia, Uno de los muchos enigmas y recovecos de la España Medieval es la creación de la Corona de Aragón, que unía el reino del mismo nombre y varios condados de lo que mucho más tarde se llamaría Cataluña,
Durante diecisiete años he sido Profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y siempre me ha sorprendido la gran incultura existente entre los Universitarios y en la sociedad Catalana, en general, en todos los aspectos referentes al Reino de Aragón y a la Corona Aragonesa.
Las nuevas generaciones estudian textos escritos, siguiendo intereses políticos que distorsionan los hechos históricos, es decir se proyecta una idea política del presente en el pasado, aunque para ello se deba falsear el pasado adulterándolo hasta el mayor de los ridículos.
Estos falsos eruditos e “intelectualoides”, del tres al cuarto, se han formado en la lectura de Orwell en su obra 1984, en la que nos describe, como, el poder, manipula la memoria histórica, en base a las necesidades del momento presente y con el fundamento de la incultura del pueblo al que se dirige, para manipularlo.
Es frecuente, en la CCAA de Cataluña, el oír conceptos tales como: Corona catalano-aragonesa, Confederación catalano-aragonesa, Reino de Cataluña, Reyes de Cataluña y otras muestras de falta de conocimiento y cultura histórica así como del mas mínimo rigor científico, que lo único que intentan es el proyectar ideas nacionalistas del momento actual en el pasado.
¿Existió alguna vez la Corona-catalano -aragonesa?
Rotundamente podemos afirmar que jamás existió, a pesar de los actuales pseudo intelectuales catalanes.
¿Qué paso en el Reino de Aragón?
En realidad, Barcelona aparece en el horizonte político del Reino de Aragón cuando tanto la nobleza castellana como la aragonesa sabotean la unión de ambos reinos acordada en la boda del Batallador con doña Urraca, princesa heredera de Castilla, que preludiaba en tres siglos el eje de la unión peninsular,
Los nobles aragoneses eran tan feroces e intratables como los de Castilla, y ante la posibilidad de la unión y la pérdida de poderes y privilegios sacaron de su monasterio al hermano monje del Batallador; es decir al futuro rey Ramiro II de Aragón.
Ramiro y los nobles aragoneses conscientes de la fragilidad de un Reino que podía ser reclamado en derecho por Alfonso VII de Castilla; El Emperador, hijo de Urraca, casaron a la infantina Petronila con el barbado conde de Barcelona que, de ese modo, se convertía en rey consorte de Aragón.
Pero, ahí está el intríngulis, no en rey del todo. Ramón Berenguer IV mandó mucho en Aragón mientras vivió.
Según la tradición aragonesa, las mujeres podían transmitir la corona pero no reinar, así que Petronila, hija del rey Ramiro II, sólo fue reina de Aragón para hacer rey a su hijo Alfonso II. Como éste era el heredero del Condado de Barcelona y el Reino de Aragón estaba unido al Reino de Navarra, la boda de Ramón y Petronila alumbró algo más que un heredero: una gran heredad.
Tuvo descendencia con Petronila cuando ésta pudo tenerla y esa criatura heredó el Reino de Aragón y el Condado de Barcelona con las demás tierras de su padre, pero Ramón Berenguer nunca se tituló rey. No lo fue de derecho, aunque sí lo gobernó y configuro en una nueva forma.
En nuestros días, suele denominarse a la obra de este conde barcelonés, la «Confederación catalano-aragonesa», con el que algunos pretenden enterrar el nombre y el mérito de la obra de Ramón Berenguer IV, que es la del Reino de Aragón. Cataluña no existía, ni siquiera de nombre, en aquellos años. Ramón Berenguer IV añadía varios condados menores al de Barcelona, exactamente los de Gerona, Ausona, Besalú, Cerdaña y Conflent, pero había otros cinco no eran suyos e incluso el más importante, Urgel, rival antiguo de Barcelona, le privaba de tener frontera con Aragón. Tampoco le pertenecían los de Ampurias, Rosellón y los dos Pallars, Jussá y Sobirá, típicos territorios de la antigua Marca Hispánica, descolgados a ambos lados de los Pirineos y sin acabar de decidirse entre los centros políticos más importantes: Tolosa y Barcelona.
El talento de Ramón Berenguer IV consistió en que cambió el sentido de lo peninsular, trazando una línea de alianzas con Aragón como socio pero sin que los aragoneses pudieran sentirse limitados en su designio de autonomía y de expansión, que ya desde Alfonso I tenía en Valencia su objetivo político y militar.
Al socaire de la alianza con los aragoneses se fue configurando Cataluña en torno al Condado de Barcelona.
Por la unión dinástica de los Reinos aragonés y navarro, Ramón Berenguer IV tuvo un margen de maniobra que empleó para avanzar por el Este como sus socios habían hecho por el Oeste: eso sí, manteniendo la alianza con Alfonso VII de Castilla.
Esa lealtad mutua permitió campañas militares muy notables y un nuevo reparto del mapa de la Reconquista.
Utebo a 4 de Febrero de 2011
Imagenes obtenidas en google
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