POLITICA (II PARTE)
Alfonso V residió poco tiempo en sus estados aragoneses; de
los 42 años de su reinado, pasó en Italia 29, siendo sustituido en sus largas
ausencias por lugartenientes, que fueron su esposa la reina doña María y su
hermano Juan de Navarra, el futuro Juan II, asesorados por los oportunos
Consejos.
El interés por sus Estados peninsulares quedó en segundo plano
a poco de acceder al trono, para dedicarse íntegramente a las cuestiones
mediterráneas, herencia de su padre Fernando de Antequera. En 1420 marchó a
Italia, con el propósito de asegurar su soberanía sobre las islas de Sicilia,
Córcega y Cerdeña.
Poco después se vio implicado en los asuntos de Nápoles; Juana
II le ofreció la sucesión de su reino a cambio de ayuda contra sus enemigos,
oferta que aceptó el aragonés porque se le ofrecía la ocasión de continuar la
expansión mediterránea.
Pero la ligera reina cambió varias veces de parecer y
finalmente nombró sucesor a Luis III de Anjou, conde de Provenza, y a la muerte
de éste en 1434, a
su hermano Renato.
La reina recabó de Aragón la ayuda necesaria para hacer volver
al rey, que «se partio daquesti regno tres annos e quatro meses ha passados» y
que no podía regresar por carecer de dinero para pagar a la guarnición que
tenía que dejar en Nápoles.
Las Cortes concedieron 10.000 florines a tal efecto,
insistiendo en la necesidad acuciante del regreso del monarca. Más que el deseo
de satisfacer a sus súbditos, fueron las circunstancias bélicas las que
obligaron a Alfonso a volver a la península, en 1423, en busca de refuerzos,
pero la situación de sus reinos le forzó a quedarse en ella hasta 1432, año en
que tornaría a Italia decidido a apoderarse del trono napolitano y donde
permanecería hasta el fin de sus días.
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