El Rey Alfonso
V fijo su atención en África y en
1432, dirige una expedición militar
contra la isla de Yerba. Su interés se reanuda en 1434 con una nueva expedición
a Trípoli, sin embargo las muertes de sus rivales napolitanos hace que su
atención vuelva a centrarse en Italia.
Tuvo
contactos diplomáticos con el imperio de Etiopía. En 1428, recibió una carta de
Yeshaq I de Etiopía, entregada en mano por dos dignatarios, en la cual le
proponía una alianza contra los musulmanes, sellada por un doble matrimonio, el
del infante Don Pedro con la hija de Yeshaq, a condición de que éste llevara a
Etiopía a un grupo de menestrales.
No está
claro si Alfonso respondió a esta carta ni en qué términos, aunque un mensaje
enviado al sucesor de Yeshaq, Zara Yagob en 1450, escribía que estaría
encantado de enviarlos si se garantizaba su seguridad, ya que en una ocasión
anterior toda una partida de trece de sus súbditos habían perecido en el viaje.
Alfonso V
puede considerarse como un genuino príncipe del Renacimiento ya que desarrolló
un importante mecenazgo cultural y literario que le valió el sobrenombre de “el
Sabio” y que convertiría a Nápoles en el foco principal de la entrada del
humanismo renacentista en el ámbito de la Corona de Aragón.
Protegió a
humanistas destacados, como Lorenzo Valla, Giovanni Pontano o el Antonio
Beccadelli. Fruto de este mecenazgo fue un círculo de poetas de cancionero cuya
obra recoge el Cancionero de Stúñiga.
Su devoción
hacia los clásicos fue excepcional. En sus propias palabras dijo: «los libros son, entre mis consejeros, los
que más me agradan, porque ni el temor ni la esperanza les impiden decirme lo
que debo hacer».
Se dice
igualmente que Alfonso detenía a su ejército en piadoso respeto ante el lugar
de nacimiento de un escritor latino, llevaba a Tito Livio o a César en sus
campañas y su panegirista Panormita no consideraba una increíble mentira el
decir que el rey fue curado de una enfermedad cuando se le leyeron unas páginas
de la biografía de Alejandro Magno escrita por Quintus Curtius Rufus.
Su reinado
se acaba con dos nuevas guerras: una contra su primo y cuñado, Juan II de
Castilla, entre los años 1445 y 1454, y otra contra Génova que se inició en
1454 y continuó hasta su muerte, ocurrida el 27 de junio de 1458 en el castillo
del Ovo (Nápoles).
En 1408
Alfonso se comprometió con María de Castilla (1401-1458), hija de Enrique III
el Doliente, y prima suya. El matrimonio se celebró en la catedral de Valencia
el 12 de junio de 1415. No tuvieron descendencia. Parece ser que su relación
matrimonial no era buena, de aquí puede surgir el hecho de que instalase su
corte en Napoles.
De su
relación con Giraldona de Carlino, tuvo tres hijos naturales:
Fernando
(1423 - 1494), su sucesor en el reino de Nápoles con el nombre de Fernando I.
Y sus hijas María y Leonor.
Sucesión
En la corona
de Aragón, Sicilia y Cerdeña, le sucedió su hermano Juan. El reino de Nápoles
quedó en manos de su hijo bastardo Fernando.
En 1671
Pedro Antonio de Aragón, virrey de Nápoles obtuvo el permiso para trasladar
desde allí los restos de Alfonso el Magnánimo y depositarlos en los Sepulcros
Reales del monasterio de Poblet.
Se construyó
una tumba con gran pedestal junto a los sepulcros reales, en el crucero, en el
lado del Evangelio. Sólo queda en la actualidad la base o pedestal restaurado.
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