jueves, 11 de julio de 2013

Tradiciones. Mitos y Leyendas: EL RÍO EBRO (II parte)


Por José Ramón Marcuello Calvín
Reproduzco la página 4 de este autor en libro: Mitos, leyendas y tradiciones del Ebro, Realizado para la Confederación Hidrográfica del Ebro
En un intento de enlazar algunas de estas conjeturas de origen bíblico con los primeros testimonios documentales de las fuentes clásicas, otros autores han creído de buena fe que el nombre primitivo del río sería el de Bero o Baro, del que tomarían a su vez su nombre los berones, pueblo prerromano que se asentó en las riberas de la actual comunidad de La Rioja.
En los primeros autores grecolatinos -Herodoro, Apollodoro, Polibio, Estrabón, Ptolomeo, Appiano, Dion Cassio- aparece citado como Iber o Ibero, mientras en las fuentes decididamente latinas aparece ya citado como Hiberus (Catón, Mela, Plinio, César, Silo Itálico, etc.):.
En una fuente latina tardía, pero que bebe en un rotero de los griegos de Marsella fechado hacia el año 550 antes de Cristo -se trata de Avieno, autor del famoso poema Ora Marítima-, aparece citado como Oleum Flumen, hidronimo que haría referencia al habitual tráfico de embarcaciones cargadas de aceite por el río. Esta misma referencia al río del aceite o de los aceitunos la encontraremos, siglos después, en algunas fuentes árabes, aunque casi siempre relacionada con el Cinca, no con e! Ebro.
No faltan teorías que apuntan hacia un origen indoeuropeo del hidrónimo como sinónimo de "río" e, incluso, procedente del vasco ibai ("corriente de agua"). Otros autores lo emparentan con el griego iberis, especie de berro muy abundante en las zonas pantanosas, o con el fenicio ibrim o eberim, interpretado como sinónimo de "término" o "extreme".
Sea como fuere, el hecho de ser navegable desde tiempos muy remotos y el río más caudaloso de la Península permite concluir que, pese a la existencia de otros Iber en otras latitudes, cuando las fuentes grecolatinas hablan del Iber o del Hiberus se están refiriendo. en propiedad, al actualmente conocido como el Ebro (y que las fuentes árabes, por simple homofonía, citan siempre como wadi Ibro).
Al margen del origen concreto del hidrónimo, le que parece seguro es que, siguiendo una tradición fuertemente arraigada entre los pueblos prerromanos que habitaban sus riberas, el Ebro -cerne t odas las corrientes de agua, fuentes, etc., por otra parte- fue, durante siglos, objeto de culto y veneración por parte de dichos pueblos. 
Este culto -que se enriquecerá, probablemente, con la devoción romana por los númenes y ninfas que poblaban ríos y fuentes- debió de permanecer muy arraigado hasta bien entrada la Edad Media, a juzgar por la expresa y reiterada prohibición de estas prácticas hechas por numerosos obispos, sínodos y concilles.

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