Por José Ramón Marcuello Calvín
Reproduzco la página 4 de este autor en libro:
Mitos, leyendas y tradiciones del Ebro, Realizado para la Confederación
Hidrográfica del Ebro
En un intento de enlazar algunas de estas conjeturas
de origen bíblico con los primeros testimonios documentales de las fuentes
clásicas, otros autores han creído de buena fe que el nombre primitivo del río
sería el de Bero o Baro, del que tomarían a su vez su nombre los berones,
pueblo prerromano que se asentó en las riberas de la actual comunidad de La
Rioja.
En los primeros autores grecolatinos -Herodoro,
Apollodoro, Polibio, Estrabón, Ptolomeo, Appiano, Dion Cassio- aparece citado
como Iber o Ibero, mientras en las fuentes decididamente latinas aparece ya
citado como Hiberus (Catón, Mela, Plinio, César, Silo Itálico, etc.):.
En una fuente latina tardía, pero que bebe en un
rotero de los griegos de Marsella fechado hacia el año 550 antes de Cristo -se
trata de Avieno, autor del famoso poema Ora Marítima-, aparece citado como
Oleum Flumen, hidronimo que haría referencia al habitual tráfico de
embarcaciones cargadas de aceite por el río. Esta misma referencia al río del
aceite o de los aceitunos la encontraremos, siglos después, en algunas fuentes
árabes, aunque casi siempre relacionada con el Cinca, no con e! Ebro.
No faltan teorías que apuntan hacia un origen
indoeuropeo del hidrónimo como sinónimo de "río" e, incluso,
procedente del vasco ibai ("corriente de agua"). Otros autores lo
emparentan con el griego iberis, especie de berro muy abundante en las zonas
pantanosas, o con el fenicio ibrim o eberim, interpretado como sinónimo de
"término" o "extreme".
Sea como fuere, el hecho de ser navegable desde
tiempos muy remotos y el río más caudaloso de la Península permite concluir
que, pese a la existencia de otros Iber en otras latitudes, cuando las fuentes
grecolatinas hablan del Iber o del Hiberus se están refiriendo. en propiedad,
al actualmente conocido como el Ebro (y que las fuentes árabes, por simple homofonía,
citan siempre como wadi Ibro).
Al margen del origen concreto del hidrónimo, le que
parece seguro es que, siguiendo una tradición fuertemente arraigada entre los
pueblos prerromanos que habitaban sus riberas, el Ebro -cerne t odas las
corrientes de agua, fuentes, etc., por otra parte- fue, durante siglos, objeto
de culto y veneración por parte de dichos pueblos.
Este culto -que se
enriquecerá, probablemente, con la devoción romana por los númenes y ninfas que
poblaban ríos y fuentes- debió de permanecer muy arraigado hasta bien entrada
la Edad Media, a juzgar por la expresa y reiterada prohibición de estas prácticas
hechas por numerosos obispos, sínodos y concilles.
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