Según relato de D. Pablo Claramunt
CAPITULO IV
Cesar-Augusta
Marco Agripa, cónsul y
general romano.-- Levantamiento de los asturianos. -- Llegada de César Augusto
á Agripa. -- Fundación de la ciudad y favores que le dispensó el emperador.--Su
construcción.
La ciudad antidiluviana, cuyo nombre nos es desconocido; la
antigua Auripa, como la denominaría Túbal; Salduba, según la bautizaron los
iberos, fundándose en los terrenos salitrosos que la rodearan, desapareció como
tantos otros pueblos de la Península ibérica, ante la ambición de los hombres
siempre desmedida y nunca satisfecha; pero su situación, su inmensa llanura, su
tierra feraz y su fructífero suelo no podían pasar desapercibidos á los ojos de
los hombres, que á la vez que guerreros eran pensadores y amantes de lo bello y
de lo bueno; y así sucedió.
El cónsul romano Marco Agripa, yerno del emperador César
Augusto, al pasar junto á la extinguida Salduba y observar tan inmenso como
bello panorama, hizo alto y fundó una colonia agrícola, á la que dió su
apellido, y desde entonces se la distinguía con el nombre de Agripa, y el
emperador romano César Augusto concedió le autorización para que fabricase
moneda, la primera que se conoció en Zaragoza, y cuyos signos eran, en el
anverso la cara de Agripa, y en el reverso la figura del toro, que significaba
la colonia, ornados ambos lados con coronas de laurel y proas de nave.
Sucedía esto á los 25 años antes de J.C. y entretenido Agripa
en la reedificación de la colonia se hallaba, cuando recibió noticias de un
levantamiento en Asturias.
Abandono este suelo, en el que había sentado sus reales; pero
antes nombró gobernadores de su colonia á Seipión y Montano, con el encargo de
la mejor administración y gobierno.
Llego á Asturias, venció á los insurrectos que al grito santo
de independencia y libertad se alzaran y volvió á su colonia, donde le encontró
César Augusto, que noticioso en Francia, donde se encontraba, del levantamiento
de los cántabros, corrió en su auxilio para dominar la rebelión que habíanle
anunciado, y no paró hasta dar con su pariente Agripa, á quien le encontró
dirigiendo las obras de la que un día había de ostentar tan inmortales blasones
como los que Zaragoza ostenta.
La hermosura del sitio donde se levantaba Agripa admiró á
César, pero su admiración se troncó en asombro y respeto cuando supo que en el
mismo punto donde posaba sus plantas existió Salduba, arrasada por el incendio
después de haber sido pasados á cuchillo todos sus habitantes por los
adversarios de su tío Julio César.
Animado el emperador César Augusto de bellos sentimientos
humanitarios hacia sus más esforzados y valientes veteranos, ocurriósele fundar
una población en la que pudieran dedicarse al sosiego y descanso aquellos
hombres cuya lealtad y heroísmo por la defensa de sus armas les hubiera hecho
acreedores á tan dignos como justa recompensa; y teniendo en cuenta que Salduba
había sufrido tan terrible prueba por haberse declarado partidaria del pendón
de Julio César, el sitio en que Agripa había fundado su colonia y el feraz
suelo de que se hallaba rodeada, eligióle como su punto favorito y decidióse á
levantar la ciudad.
Una bellísima mañana de primavera, á la salida del sol, hizo
acampar el ejército romano en las orillas del caudaloso Ebro, mandó levantar
una bonita tienda de campaña, coronando su cima magnifica águila imperial y
junto á la tienda el ara preparada para el sacrificio.
A la hora señalada tocaron los clarines y César Augusto,
cubierto con rica armadura de oro, acompañado de los generales, presentóse en
el dintel de la tienda y junto al ara.
Los clarines y flautas, acompañadas de cítara, entonaron una
sinfonía y dió principio la ceremonia, propia de aquellos tiempos cuando se
trataba de sucesos de tal naturaleza.
Fueron sacrificadas las víctimas --un toro y una oveja--
sacáronles las entrañas, que fueron colocadas en magnificas bandejas de plata,
presentáronselas al emperador, acompañadas de la frase: -"Solo bienes nos
auguran los Dioses"- y colocadas en la pira, un sacerdote entrega á César
Augusto un cofrecito con un cazo y mirra; toma un poco de esta materia resinosa
y de olor fragante, la entrega en el cazo á Agripa y este vuelca los olorosos
polvos sobre la pira é inmediatamente brota la llama que consume á las
víctimas.
Terminada esta ceremonia, presentan al emperador dos bueyes
uncidos con un ligero arado de ébano y reja ó dental de plata; toma la esteva,
hace una señal al grito de ¡viva el Emperador! ¡Viva César Augusto! y comienzan
á caminar los bueyes guiados por dos esclavos.
Al surco que trazo César Augusto le dió la forma de un
polígono, teniendo cuidado de levantar el arado en los cuatro puntos
cardinales, sitios designados para la colocación de puertas de entrada á la que
muy pronto había de ser ciudad fortificada, y sobre una pequeña colina (hoy
escuelas de La Caridad y municipales y antes los Graneros de la ciudad) colocó
una banderola, indicadora de que aquel sitio había de ser importante fortaleza,
á la vez que sirviera de prisión para los delincuentes.
Desde aquel momento ya no se pensó más que en la reedificación
de la ciudad y reunidos gran número de obreros, artistas, útiles y herramientas
y gran cantidad de piedra de las canteras de Gelsa (antes Julia Celsa), pronto
se vió Agripa rodeada de gran muralla, que partiendo de la puerta del Sol,
corría por la ribera hasta unirse al primer castillo ó fortaleza, convertida
después en palacio y hoy en iglesia (San Juan de los Panetes), donde se colocó
la segunda puerta, que la denominaron de Augusto, primero y después de Toledo,
por dar frente á aquella renombrada ciudad.
Continuaba la espesa muralla formada de resistente argamasa y
piedra de las canteras antes dichas, por todo lo que hoy es Mercado, calle de
Cerdán, (antes Albarderia) y Coso, hasta llegar al Arco de Cineja (hoy calle de
Cinejio) donde se levantaba la tercera puerta. Seguía la misma dirección hasta
los Graneros o La Caridad, donde construyeron la principal fortaleza, según
indicaba la banderola que colocó César Augusto, y continuó la muralla hasta
juntarse con un templo levantado por ellos y dedicado á la Diosa Fortuna,
(ahora Seminario Sacerdotal ó de San Carlos), y sin abandonar la línea trazada
por el arado, fueron edificando la muralla hasta llegar al cuarto sitio
destinado para puerta, que denominaron de Valencia, por hallarse frente á dicha
ciudad, y que aún le conocemos los antiguos por el Arco de Valencia.
A partir de aquí diósele á la muralla un recorte para unirla
al punto de partida, hoy convento del Sepulcro, donde además de ser otra
fortaleza quedó abierta la primera puerta, ó sea la del Sol. Con lo que quedó
la ciudad amurallada y fortificada con sus cuatro puertas mirando á los cuatro
puntos cardinales.
Otro muro á bastantes metros de la ciudad y un bien construido
foso diéronle á Agripa todo el carácter de una población eminentemente militar,
que eran los propósitos de César Augusto; concedióle luego como blasón el león
rampante de su escudo que con orgullo Zaragoza ostenta, la declaro libre de
tributos y con derecho á la inmunidad, la constituyó en cabeza ó capital de 150
pueblos, entre los que citaremos á Pamplona, Calahorra, Huesca, Lérida,
Tortosa, Alcañiz, Montalban, Cariñena, Arcos de Medinaceli, Guadalajara, etc. y
no contento con todo eso, lo mismo que el padre lega á sus hijos el apellido,
satisfecho de su obra, dióle su nombre, y desde aquella memorable fecha, 23
años antes de J.C. ya no era Agripa una colonia de modestas cabañas, sino una
ciudad en que moraban en magníficos palacios los más ilustres magnates romanos
y que se llamaba César Augusta.
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