CESARACOSTA (472 - 714)
A lo largo del siglo V, Caesaraugusta, al igual que todo
Occidente romano, se ve inmersa en un proceso de desintegración del poder
imperial.
Hacia el 409 suevos, alanos y vándalos llegaban a la
Península. Zaragoza seguía manteniéndose como ciudad romana a principios del
siglo V y, gracias a las imponentes murallas, pudo defenderse de cuantos la
atacaron, protegida por soldados veteranos y collegia iuvenum.
Cuando en el 411 Flavio Honorio consiguió derrotar la
sublevación Constantino III, en Hispania tan sólo consiguió mantener el control
de la Tarraconense, que incluía el convento Caesaraugustano, el resto se perdió
en manos de los bárbaros germanos.
Entre el 441 y el 454 el valle del Ebro se vio azotado por los
bagaudas, de los que Zaragoza se libró gracias de nuevo a las murallas y a la
intervención del ejército visigodo, todavía bajo obediencia romana.
Finalmente, en el 472 el ejército visigodo al mando del conde
Gauteric toma la ciudad en nombre del rey Eurico, pasando a formar parte del
reino visigodo de Tolosa.
La ciudad mantuvo en
gran parte sus costumbres romanas y en el 504 todavía se celebraban juegos
circenses.
En el 541 el ejército franco de Childeberto I y Clotario,
después de haber expulsado a los visigodos de Galia, se dirigieron hacia el sur
y asediaron Zaragoza. El asedio duró dos meses, ya que como no conseguían
rendirla con las armas, lo intentaron por hambre. La leyenda quiere que los
ciudadanos, para proteger la ciudad, paseaban por las murallas la milagrosa
túnica de San Vicente Mártir.
Los francos, ya convertidos al catolicismo, habrían aceptado
levantar el asedio a cambio de la estola de San Vicente, que Childeberto
llevaría de vuelta a París para depositarla en una iglesia relicario construida
con ese propósito, que con el tiempo se convertiría en la abadía de
Saint-Germain-des-Prés.
Las consecuencias del asedio fueron hambre y enfermedades, que
se extendieron por la ciudad, en parte por la destrucción de los cultivos de
los alrededores.
Hacia finales del siglo VI, Leovigildo convenció a Vicente II
(572-586), obispo de Zaragoza, para que se convirtiera al arrianismo. El
escándalo fue mayúsculo y se mantuvo hasta la conversión oficial de los
visigodos al catolicismo en el concilio de Toledo de 589.
En el siglo VII, la ciudad tuvo un relativo florecimiento
cultural gracias a una serie de grandes obispos, Juan II, Braulio, Tajón y
Valderedo vinculados al monasterio de Santa Engracia, que poseía una importante
biblioteca.
Así Zaragoza se convierte en uno de los centros culturales de
Hispania, junto con la Sevilla de San Isidoro y la Toledo de San Eugenio.
Braulio, obispo de Zaragoza, también escribió el Liber Iudiciorum, que eliminaba la diferencia jurídica entre
hispanorromanos y visigodos y que fue promulgada por Recesvinto, y mandó a
Isidoro de Sevilla escribir sus
Etymologiae u Originum sive etymologiarum libri viginti.
La ciudad fue de nuevo protagonista en la disputa por el trono
entre Suintila y Sisenando. Suintila se refugió en Zaragoza contra las tropas
de Sisenando, que, ayudados por un ejército mercenario franco, sitiaron la
ciudad.
No consiguieron tomarla por las armas, pero deserciones y
traiciones llevaron a Suintila a rendirse, con lo que Sisenando se proclamó rey
en la ciudad.
Fotos: Muralla Romana y San Braulio
Fuentes Wikipedia
Lostal Pros, Joaquín y Arturo Ansón Navarro (2001). Historia
de cuatro ciudades: Salduie, Caesaraugusta, Saraqusta, Zaragoza. Zaragoza:
Ayuntamiento, Servicio de Cultura: Caja Inmaculada. ISBN 84-8069-225-1.
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