sábado, 31 de agosto de 2013

TRADICIÓN: SANTO DOMINGUITO DE VAL



SANTO DOMINGUITO DE VAL
El 31 de Agosto de 1250 sufrió martirio, en Zaragoza, Santo Dominguito de Val
¿Quién fue Santo Dominguito de Val?
Fue un niño zaragozano que -según reza la tradición, celosamente guardada por la Iglesia de esta diócesis a lo largo de los siglos- sufrió el martirio a manos de algunos judíos de la aljama de la ciudad el 31-VIII-1250, reinando Jaime I  y rigiendo la sede cesaraugustana el obispo don Arnaldo de Peralta, en el pontificado de Inocencio IV.
Dominguito, de siete años de edad, hijo del notario Sancho de Val y de su mujer Isabel era infante de coro del templo de Salvador (La Seo) de Zaragoza, y fue atraído engañosamente por un judío llamado Albayuceto, quien lo entregó a otros correligionarios para renovar en él la pasión de Cristo.
Crucificado en una pared con tres clavos y abierto su costado, ocultaron su cuerpo en la ribera del Ebro tras seccionarle la cabeza y los pies hasta que unos barqueros que vigilaban sus embarcaciones en el río dieron aviso a las autoridades eclesiásticas y civiles de las extrañas luces que (luego se comprobó) manifestaban el lugar exacto del enterramiento del infante.
Descubiertos sus restos mortales, fueron llevados a San Gil, parroquia del mártir, y después trasladados con toda solemnidad al templo catedralicio, donde fueron depositadas y veneradas sus reliquias durante siglos por todas las generaciones de piadosos zaragozanos, y muy especialmente por los infantes de la escolanía de la ciudad (infanticos del Pilar), que le tienen por protector y patrono.
Los hechos históricos fueron mas o menos como siguen, según nos narra el autor José Ramón Marcuello.
La animadversión de los cristianos hacia los judíos proviene, en muy buena medida, de los recelos y envidias que suscitaba entre la población eí poder económico de la mayoría de las comunidades judaicas, muchos de cu­yos miembros se dedicaban a los negocios del préstamo y la banca.
De las dieciséis aljamas o juderías de Aragón, la de Zaragoza era, con mucho, la más poderosa e influyente. Los monarcas solían acudir a los judíos zarago­zanos para financiar sus empresas más costosas. Así consta, por ejemplo, que
Jaime I concedió protección amplia a veces a sus judíos y así, en Í247. les eximió de abonar lezdas, peajes y portazgos por las caballerías en que viajaban y en todos los lugares de su reino; otras veces, eran exenciones temporales, como durante un trienio en 1269, de todo impuesto a cambie de un donativo de veinte mil sueldos que el rey precisaba para montar su famosa expedición a Tierra Santa
Ello no impedía, sin embargo, que los monarcas, presionados por les pontífices de Roma, cercenaran, con tanta frecuencia como dureza, la libertad religiosa de los judíos, como sucedió, por ejemplo, en 1235, en que e propio Jaime I prohibió las traducciones hebraicas de la Biblia a la vez que desataba una auténtica caza de herejes.
Y es, sin duda, en este marco de animadversión social y de tensiones religiosas en el que hay que situar el martirio de Santo Dominguito de Val. suceso totalmente real acaecido en Zaragoza en el año 1250. Todos los tes­timonios históricos coinciden en la veracidad del secuestro y posterior ases -nato de Dominguito, un infantico del Pilar hijo del notario zaragozano San­cho de Val y de Isabel Sancho, perpetrado por un miembro de la aljama judia llamado Moseh Albayaceto. El suceso tuvo lugar cerca de la sinagoga, ubicada donde hoy se levanta el Seminario de San Carlos -y que, por elle, e nombre del joven infantico figura en una calle adyacente- y estuvo motivado: por la siguiente cuestión:
Dice la tradición, según reza en la memoria del archivo de la Seo. que la aljama de los judíos, sometida a tributaciones especiales, se reunió para decidir que quedaría libre de cualquier tipo de cargas económicas quien entregase un niño cristiano, con cuyo cuerpo se repetirían y renovarían los eo-sodios de la Pasión de Cristo, terminando por su Crucifixión. Un judio ,llamado Moseh Albayaceto raptó al niño, que entregó, atado con cuerdas, a la aljama de los judíos.
Fue crucificado contra una pared con tres clavos, jh en cada mano y el tercero sobre ambos pies, hiriéndolo de una lanzada en un costado y muriendo el niño entonando cánticos.
Muerto Dominguito, le cortaron la cabeza y las manos y las arrojaron a un pozo, enterrando secre­tamente el cuerpo en otro lugar.
Hasta aquí, el relato de un truculento suceso con todas las apariencias de haber acontencido realmente. Pero lo que aquí más interesa son los elementos prodigiosos que, según la tradición -que se fundamenta, sin duda, en los relatos posteriores de autores como J. F. Andrés, Dormer, Blancas, etc.-, envuelven la figura, muerte y descubrimiento del cuerpo del infantico martirizado.
En la copiosa documentación acerca del suceso que se conserva en los arhivos de la Seo, se subraya el carácter premonitorio o de predestinación del hijo del notario Sancho de Val ya que, cuando nació, apareció sobre su cabeza una pequeña corona y una cruz grabada en el lado derecho de su espalda.
Pero lo más prodigioso de todo fue, sin duda, la forma en que su cuerpo decapitado fue hallado a orillas del Ebro. Cuenta la tradición que unos pescadores de las Tenerías -el barrio zaragozano en el que residía la mayoría de los navegantes fluviales y los pescadores, además de los curtidores, de los que tomó su nombre- vieron un día sobre el Ebro una luz brillantísima.
La luz les señalaba un pasadizo que unía el barrio con el atracadero o puerto fluvial que había en la ribera derecha del río.
Siguiendo la dirección de la prodigiosa luz, el vigilante del puerto halló en la ribera el cuerpo martirizado de Santo Dominguito, cuyos restos fueron trasladados, para su pública veneración, primero, a San Gil y, a partir del año 1600, a la catedral del Salvador o la Seo, donde se erigió una capilla al pequeño mártir.
La tradición señala un último prodigio obrado por el santo infantico -que, desde entonces, es patrón de los niños cantores del Pilar-. Pocos días después del hallazgo de su cuerpo a orillas del Ebro -la cabeza y las manos aparecieron en un pozo de la ciudad-, Santo Dominguito fue visto arrodillado en el templo y, sacado en procesión por la ciudad, obró -según diversos testimonios muy posteriores a su martirio- numerosos prodigios.

Fuentes: GEA y José Ramón Marcuello

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